Encontrar calma en medio de la tormenta

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Hace algunos meses atravesé episodios de ansiedad y estrés. Fue un periodo difícil de manejar: aunque estaba rodeado de gente que me quiere y me apoya, me sentía solo y sin rumbo. No era la primera vez que lo experimentaba; pero esta vez decidí enfrentar la situación de manera distinta, tratando de comprender lo que estaba viviendo y navegarlo paso a paso. Poco a poco entendí que no todo estaba bajo mi control, que algunas cosas sucederían sin importar lo que hiciera y que, aunque me sintiera solo, había personas a mi alrededor listas para extenderme una mano.

Lo más crítico fue identificar la fuente de mi ansiedad: aquello que me despertaba a medianoche y no me dejaba dormir, lo que me ponía de mal humor y me mantenía en constante tensión con quienes me rodeaban. No dejaba de pensar en todas mis responsabilidades como padre, hijo, hermano y esposo, en las expectativas —reales o ficticias— que cargaba sobre mí. Era como si mi cabeza girara a mil por hora, buscando respuestas sin descanso, sin encontrar nunca un alivio verdadero. La situación era tan persistente que algunos días ni siquiera tenía ganas de levantarme para hacer ejercicio.

En lugar de encerrarme en ese torbellino, me acerqué a personas que me escucharon, me demostraron su apoyo y me arroparon. Ajusté mis rutinas de ejercicio a sesiones menos intensas, pero que me motivaban a continuar. Eso me dio fuerza y tranquilidad para enfocarme en la vida que quería construir, y no en la ansiedad que me atrapaba. Nadie a mi alrededor podía resolver directamente mi estado de ánimo; sin embargo, todos tenían algo que aportar. Algunos me brindaron un apoyo inesperado e incondicional, que fortaleció aún más nuestra amistad. Otros me guiaron hacia personas con el conocimiento necesario para ayudarme a comprender mis emociones. Y otros, incluso, me acercaron a quienes tenían la llave para aliviar esa ansiedad.

La razón por la que decidí compartir esta experiencia es porque quiero que, cuando enfrenten momentos de ansiedad, duda o de miedo, recuerden que nunca están solos. Aunque a veces la vida parezca desbordarnos, siempre hay alguien dispuesto a escuchar, a tender una mano o simplemente a acompañarnos en silencio. Yo también me sentí perdido, pero aprendí que el camino se aclara paso a paso, con paciencia y confianza en uno mismo. Si algo quiero dejarles es esto: ustedes tienen la fuerza y los valores para encontrar su rumbo, incluso en medio de la tormenta. Y cuando lo hagan, se sentirán más fuertes, sentirán la calma de haber resistido y de saber que siempre habrá luz, aunque al principio no se vea.

Los quiero mucho.

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